miércoles, 19 de noviembre de 2008

Cursillo de Lógica. 17

Clase nº 17:
"Introducción a la lógica" de I.M.Copi.

"La Regla de Smeed dice que uno puede, alternativamente, hacer algo o conseguir el reconocimiento por ello, pero no ambas cosas a la vez."
*Dyson. Pag. 15

III.2. "Falacias de Accidente y otras" (pags. 92 a 99)

8. FALACIA DE ACCIDENTE

Sucede cuando se aplica una regla general incorrectamente a un caso particular. La aplicación es incorrecta porque las circunstancias "accidentales" del caso hacen inaplicable la regla general.

Lo que puede ser verdad "en general" puede "no serlo universalmente y sin reservas, porque las circunstancias modifican los casos" (Copi).

Un ejemplo, en broma, de esta falacia podría ser la siguiente:

"Lo que compramos ayer, lo comemos hoy; ayer compramos carne cruda, por lo tanto hoy comemos carne cruda" (Copi)

Es evidente que aquí falta algo y la deducción es totalmente incorrecta. Sin embargo hay casos más sofisticados; como no podría dejar de ser en estas falacias informales. Repitamos una vez más que el estudio de ellas tiene su importancia porque son habituales y tienen un fuerte contenido persuasivo a pesar de su forma lógica incorrecta.

En derecho y en ética es donde suelen encontrarse. Se aplican mecanicamente reglas generales sin considerar las circunstancias del caso.

9. FALACIA DEL ACCIDENTE INVERSO (generalización apresurada).

Tal como su nombre lo indica es la opuesta a la anterior. A partir de la observación de unos pocos casos individuales se establece apresuradamente una regla general. Este error es típico, por ejemplo, de los turistas; ven ciertas cosas desacostumbradas y rapidamente generalizan esa situación al modo de ser del pueblo que visitan.

Las dificultades para generalizar ya son estudiadas en el razonamiento científico; pero a nadie se le escapa que generalizar sobre la base de una experiencia individual es muy arriesgado. En este caso se cae facilmente en la falacia de la generalizacion apresurada.

10. LA CAUSA FALSA

Tambien se le da nombres latinos como "non causa pro causa" o "post hoc ergo propter hoc". En todos los casos se indica el error de tomar como causa algo que no lo es, aunque se aparezca relacionado. Este error del razonamiento será analizado con mayor detalle (por su importancia científica) más adelante, aquí baste con decir que si un dia nos sorpendre el amanecer bailando... no se puede deducir de ello que el baile produzca la salida del sol. Sin embargo en otras circunstancias (como una eclipse) la mentalidad primitiva sacó conclusiones parecidas.

También sucede el mismo error cuando se asocia el final de una enfermedad con cierto tratamiento terapéutico, sobre todo si media bastante tiempo por medio. Si pasan semanas y el enfermo se cura (dependiendo de la gravedad de la cuestión, por supuesto) es posible que se atribuya a los medicamentos un valor exagerado.

11. PETITITO PRINCIPII (petición de principio)

Sucede cuando "alguien toma como premisa de su razonamiento la misma conclusión que pretende probar" (Copi)

Si alguien afirma "Nuestro equipo es el mejor; tiene los mejores jugadores y el mejor entrenador. Ganará la liga, sin duda, porque es el mejor de todos". Está razonando como la mayoría de los forofos de los grandes equipos. Pero su razonamiento se apoya en si mismo, es circular.

Es muy común esta clase de razonamientos. Se afirma algo, se dan algunos datos y luego se saca la conclusión que ya estaba al principio. En el fondo esta clase de razonamientos tiene la estructura: "Yo digo eso, y si lo digo... tengo razón". Son razonamientos muy poco fundados; pero si quien lo dice tiene una pistola 45 apuntando a la cabeza de su interlocutor (literal o metafóricamente), nadie en su sano juicio dejará de tomarlo en cuenta.

12. LA PREGUNTA COMPLEJA

La mayor parte de las preguntas se pueden responder con un "sí" o un "no" (o un gesto equivalente). Sin embargo existen algunas, ciertamente perversas, que impiden una respuesta tan sencilla. Por ejemplo:

-"¿Ha dejado Ud. de pegarle a su mujer?"

Aquí, como es obvio no se puede responder, en la mayoría de los casos (de la gente que no pega a su consorte) con un "sí". Ya que esta pregunta supone otra anterior no formulada: "¿Ha pegado usted alguna vez a su mujer?".

Una pregunta compleja, de esta clase, es una pregunta tramposa que no puede contestarse sencillamente.

Que nadie piense que esta falacia es poco habitual. Podemos verla en las películas (que reflejan, por supuesto, la vida real) cuando el detective pregunta "¿Dónde ocultó las pruebas?", etc. a alguien que es totalmente inocente.

Continuamente se hacen esta clase de preguntas. Quizá porque sea fácil hacerlas y además porque meten al interlocutor en un sinfin de problemas: "¿Por qué no me quieres?", pregunta una parte a la otra con toda tranquilidad... y corre por cuenta del otro el explicarse.

Esta falacia tiene sus sofisticaciones, como plantear dos cosas simultáneamente y exigir una sóla respuesta: "¿quieres portarte bien e irte a la cama?" pregunta la madre a su hijo quizá con cierta perversidad maternal porque intuye que su hijito no le planteará, como en la cámara de diputados, una "moción de privilegio" para dividir la cuestión y luego responder: "Sí, ¡deseo portarme bien! y no irme a la cama."

La falacia de la pregunta compleja aparece cuando alguien plantea una pregunta compleja y tanto responda el otro con un "sí" o con un "no", el primero sacará conclusiones desfavorables. Copi da un ejemplo de claridad meridiana:

"Investigador: - ¿Aumentaron sus ventas como resultado de su engañosa publicidad? Testigo: -No. Investigador: - ¡Ajá! De modo que usted admite que su publicidad era engañosa ¿Sabe usted que su conducta no ética puede crearle dificultades?"

13. IGNORATIO ELENCHI (Conclusión inatinente).

Esta falacia se comete cuando un razonamiento es usado para probar una conclusión que no tiene nada que ver con lo que se estableció previamente.

Un ejemplo tipico sería argumentar, en el congreso, a favor de una ley específica sobre la vivienda argumentando que "todo el mundo tiene derecho a una vivienda decente". Algo que puede estar fuera de duda pero que no tiene relación directa con lo que se establece en la ley.

Es muy común, habitual como las moscas. Un dictador dice que todo el mundo tiene derecho a comer caliente; y en consecuencia suprime una revista opositora. Un activista opina que la globalización está hundiendo nuestra civilización por lo que se opone al establecimiento de nuevos horarios comerciales. Un padre juzga que la escuela no cumple con su labor y por lo tanto el no está obligado a darle más de su tiempo a sus hijos. En fin, la lista podría ser tan larga como quisieramos. Por lo cual deberíamos tomarlo con cierto humor, como aquel juez que "felicitó a un joven abogado por su excelente discurso y expresó la esperanza de que algún día encontrara un caso al cual aplicarlo realmente" (Copi).

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II. Ampliación.

Dos maneras de aprender:

*Globalizadores*

El estilo de aprendizaje de los pertenecientes a este grupo exige una visión amplia de cada tema sometido a estudio. Los globalizadores prefieren los principios generales a los detalles minuciosos y relacionan cada tema con el mayor número de campos de conocimiento posible. Descubren con rapidez las relaciones y establecen paralelismo entre las diferentes áreas de estudio.

Los globalizadores aprenden mejor y con mayor eficacia en las situaciones no estructuradas y lo hacen peor si se les presentan las cosas ajustándolas a un plan rígido. Dado que son capaces de combinar una gama amplia de informaciones, probablemente tendrán más éxito que los encadenadores cuando se reqiere un enfoque abarcador.

Sin embargo, como señala el profesor Pask, una gran parte de la enseñanza actual -a todos los niveles- no se efectúa de este modo. Los planes de las lecciones, los libros de texto y los esquemas de entrenamiento, tanto en la industria como en la universidad o en la escuela, se ajustan por regla general al método sistemático, paso a paso, que favorece a los encadenadores. Este enfoque supone, pues, una desventaja para los globalizadores, que prefieren captar los principios generales antes de pasar a los detalles de un tema.

*Encadenadores*

Como hemos apuntado en nuestros comentarios sobre los globalizadores, un enfoque sistemático, métodico, conviene mejor al estilo de aprendizaje de los encadenadores. Exactamente opuestos en muchos sentidos a los globalizadores, aprenden mejor enterándose de los detalles específicos antes de pasar a conceptos más generales.

El mejor enfoque para ellos es fijarse una serie de objetivos claramente definidos, que permitan acumular el conocimiento de manera gradual. No deben considerar más que los datos relacioandos directamente con el tema, ignorando de momento la información ajena al mismo, por muy interesante que sea. Los encandenadores tienden a llegar a grados academícos altos, porque la naturaleza muy estructurada de la mayoría del trabajo en los establecimientos de enseñanza favorece su estilo particular de aprendizaje.

David Lewis y James Greene. pag.166-167

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III. Personajes.

EN RECUERDO DE NIETZSCHE, Lou Andreas Salomé.

Lo que fascinaba en la figura de Nietzsche era aquella primera y poderosa impresión que suscitada ese misterio, la sospecha de una callada soledad. Al observador ocasional no se le ofrecía nada extraño; aquel hombre de mediana estatura, vestido de manera muy sencilla pero también extremadamente pulcra, con sus rasgos suaves y el liso cabello castaño peinado hacia atrás, podía pasar fácilmente inadvertido. Las finas, harto expresivas líneas de la boca quedaban casi enteramente cubiertas por un gran bigote peinado hacia delante; tenía un reír apenas perceptible, dulce, una manera de hablar queda y un modo de andar cauteloso y ensimismado, por lo que se inclinaba un poco de hombros; difícilmente imaginaríamos a aquella figura en medio de una multitud: portaba el estigma de aquel que vive aparte, de quien vive a solas. Incomparablemente hermosas y de noble formación, de modo que de manera involuntaria atraían hacia ellas la mirada, eran en Nietzsche sus manos, de las que él mismo creía que revelaban su espíritu; en Más allá del bien y del mal se halla a este respecto una observación muy acertada: «Hay hombres que inevitablemente tienen espíritu, por mucho que quieran andarse con rodeos y pretextos y pretendan cubrir con las manos sus ojos delatores... (¡Como si la mano no fuese delatora!)»

Similar importancia concedía a sus orejas, poco comunes, pequeñas y finamente modeladas, de las que solía decir que eran los verdaderos «oídos para lo inaudito» (Zaratustra, I, 25). Verdaderamente revelador era el lenguaje de sus ojos. Medio ciegos, no poseían, sin embargo, nada de ese atisbar, de ese bizquear, de esa indeseable impertinencia, tan características de muchos miopes; antes bien, parecían ser pastores y guardas de tesoros propios, de mudos misterios, que ninguna mirada intrusa debía rayar. Su escasa vista otorgaba a sus rasgos un raro encanto muy especial, puesto que en vez de reflejar impresiones externas y variables sólo devolvían aquello que acontecía en su interior. Esos ojos penetraban en la intimidad y, a la vez  mucho más allá de los objetos cercanos , en la lejanía, o mejor: tanto en lo más próximo como en lo más lejano. Pues, en definitiva, todo su trabajo como pensador no era sino una exploración del alma humana en busca de mundos aún por descubrir, de «sus posibilidades aún no apuradas» (Más allá del bien y del mal, 45) que nacen y perecen sin cesar. Cuando en ocasiones se mostraba tal como era, en el curso de un excitante diálogo, entonces podía aparecer y desaparecer en sus ojos una enternecedora luminosidad; pero cuando su estado de ánimo era sombrío, la soledad hablaba melancólica, casi amenazadora a través de ellos, como surgida de honduras inquietantes, de esas profundidades en las que se hallaba siempre solo, que no podía compartir con nadie, frente a las que él mismo se sentía a menudo sobrecogido de terror y en las que finalmente naufragó su espíritu.

Una impresión similar de misterio y secreto provocaba también el comportamiento de Nietzsche. En la vida normal era de una gran cortesía y de una suavidad casi femenina, de una constante y benévola ecuanimidad; le agradaban las formas elegantes en el trato social y les concedía gran estima. No obstante, siempre residía en ello cierto goce en el disfraz; abrigo y máscara para una vida interior que casi nunca descubría. Recuerdo que, cuando conocí a Nietzsche por primera vez fue un día de primavera, en la basílica de San Pedro, en Roma  durante los primeros minutos me chocó y me confundió en él esa rebuscada formalidad. Pero poco duraba el engaño en ese solitario que portaba su máscara con tanta torpeza, a semejanza de aquél que llega del desierto y la montaña y se viste con el traje del hombre de mundo; enseguida afloró la pregunta que él mismo formuló con estas palabras: «De todo lo que un hombre deja traslucir podemos preguntar: ¿Qué ocultará? ¿De qué pretenderá desviar la mirada? ¿Qué prejuicio le animará? Y aún más: ¿Hasta dónde llegará la sutileza de este disimulo? ¿Qué equívoco desea provocar con ello?»

Este rasgo revela únicamente el reverso de la soledad desde la que debe comprenderse toda la vida interior de Nietzsche, de un autoaislamiento perpetuo y un ensimismamiento excesivo

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IV. Notas.

*Dyson, Freeman(1997)."Mundos del Futuro". Critica. Drakontos. Barcelona, 1998.

*David Lewis y James Greene. "El Arte de Pensar". Ediciones Martínez Roca, S.A. Barcelona, 1989. Tit.Orig.: Thinking Better

Carlos Salinas
2-febrero-2001
Barcelona. España.

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