domingo, 4 de mayo de 2008

Norberto Bobbio

Norberto Bobbio
"De Senectute"
(De senectute e altri scritti autobiografici)
Taurus. Colec. Pensamiento.
Madrid, 1997
[Fragmentos]

Prólogo:

Pag. 8 "Cuando tengo oportunidad... hago una apasionada apología del escribir cartas entre seres pensantes aún no reducidos a brutos, que no se limitan a comunicarse por teléfono, teléfono móvil y fax. No basta con decir: homo cogitat. El hombre que de veras piensa escribe cartas a los amigos". G.Ceronetti, "La nostra libertà di sgrammaticare", en La Stampa, 2-octubre-1995.

Pag. 12 No siempre he respondido a las críticas, en parte porque a menudo las objeciones dan en el blanco y es más cuerdo aprovecharlas que esforzarse en frío, por una mera razón de puntillo, en hallar argumentos para refutarlas.

Pag. 14 Normalmente no pretendo tener la última palabra. No me gusta ni me proporciona la menor satisfacción. Detesto las discusiones inacabables, debidas únicamente a razones de prestigio y no a necesidad dialógica.

[16] a la tentación del enfrentamiento -y a veces, pese a los buenos propósitos, he cedido- es un acto de debilidad. No todos los diálogos han llegado al final. Con frecuencia se perdieron por el camino, ora por culpa del uno ora por culpa del otro.

Estos últimos tiempos, lo reconozco, también por mi culpa. Los pensamientos de una persona anciana tienden a entorpecerse. A cierta edad cuesta cambiar de opinión. Uno se encastilla cada vez más en sus convicciones, se vuelve más indiferente a las de los otros. Se mira con recelo a los innovadores. Cada vez más encariñados con las viejas ideas, y al mismo tiempo cada vez más desconfiados frente a las nuevas. El excesivo apego a las propias ideas nos hace más parciales. Me doy cuenta de que debo guardarme de eso.

No ha disminuido la curiosidad de saber. Pero es cada vez más dificil satisfacerla, no sólo por el debilitarse de las energías intelectuales, sino también por los ilimitados espacios que la mente humana ha conquistado y sigue conquistando con rapidez vertiginosa en estos últimos cincuenta años en la esfera de los conocimientos y todavía más en las aplicaciones prácticas derivados de ellos. De esta nueva era una persona de mi edad, por mucho que se ponga de puntillas con todos los esfuerzos posibles, sólo logra atisbar las primeras sombras.

No es necesario, por lo demás, ni mucho menos meritorio, estar siempre en la brecha.

Al contrario, es un acto de sabiduría -de esa sabiduría atribuida como peculiar virtud a quien llegó al final de la carrera de la vida- mirar sin demasiada indulgencia al propio pasado, no poner excesivas esperanzas en el propio e incertísimo futuro y, en cuanto al presente, subir cada año un poco más por el graderío, a donde llegan menos nítidas las imágenes de los actores y mas amortiguadas las voces de la calle.

Me ha agradado leer en un libro recibido por estos días que Giuliano Pontara enumera entre las diez características de la personalidad no violenta, contrapuesta a la personalidad autoritaria, la «capacidad de diálogo» y la «templanza» . Cierto que cuando escribí el ensayo sobre la templanza la había definido como una virtud no política -definición discutida por Pontara-, más aún, había afirmado que «en la lucha política, incluso en la democrática, y entiendo aquí por lucha democrática la lucha por el poder que no recurre a la violencia, los templados no desempeñan el menor papel».

Pero me parece exacto considerar la templanza como una buena disposición para el diálogo. Hasta ahora no lo había pensado: el elogio del diálogo y el elogio de la templanza pueden perfectamente ir unidos y sostenerse y completarse el uno al otro.

Siempre me he considerado, y siempre me han considerado, un pesimista. El pesimismo no es una filosofía sino un estado de ánimo. Yo soy un pesimista de humor y no de concepto. El pesimismo como filosofía es una respuesta, alternativa a la del optimista, a la pregunta: "¿A dónde va el mundo?". ¿Quién lo sabe? Quizás ambos estén en lo cierto, el pesimista y el optimista. Quizás ninguno de los dos, pues no tiene mucho sentido hacerse preguntas a las que es imposible dar respuesta. El pesimismo como estado de ánimo Puede, en cambio, tener infinitas razones. Indico algunas aunque podría indicar otras con la misma fuerza persuasiva, más o menos. Una máxima de la experiencia, sin pretensiones teóricas. Decía Salvemini: «El arte del profeta es peligroso y conviene mantenerse apartado de él. De todos modos, cuando se quiere profetizar, es más prudente ser pesimista que optimista, pues las cosas de este mundo van siempre de mal en peor»1. Una reflexión moral. Cuando recibió el Premio Nobel, Montale dijo entre otras cosas: «... me han considerado pesimista, mas qué abismo de ignorancia y bajo egoísmo se esconde en quien piensa que el hombre es el dios de sí propio y que su futuro no puede ser sino triunfal».

Pero acaso sea también un argumento meramente negativo: el rechazo del optimismo. Concluyo con este pensamiento de Nicola Chiaromonte: «... yo creo que, hoy por hoy, el peor enemigo de la humanidad es el optimismo, sea cual sea la forma en que se manifieste. En efecto, equivale pura y simplemente a la negativa a pensar, por miedo a las conclusiones a las que podríamos llegar» .

Son razones que valen lo que valen. Valen mientras valen. En realidad son, paretianamente, «derivaciones». Razonamientos no fundadores sino sólo justificativos. Razonamientos que no fundan nuestras convicciones sino que se limitan a justificarlas ante nosotros mismos y ante quienes piensan más o menos como nosotros. Pero un razonamiento que no nos permite satisfacer nuestra curiosidad sobre el conocimiento de «cómo va el mundo» es una prueba más de la impotencia de nuestra razón. Para seres que se han definido orgullosamente como "animales racionales", un argumento ulterior, si acaso, para ser pesimista.

La idea de recoger algunos de mis escritos autobiográficos surgió después de que Giulio Einaudi me propusiera publicar, revisado y ampliado, el discurso De senectute, pronunciado al recibir el doctorado honon's causa en la Universidad de Sassari el 5 de mayo de 1994. Aquel discurso, que se publica aquí con una segunda parte compuesta para esta edición, y por lo tanto inédita, abre ahora el libro, aun cuando haya de considerarse como la conclusión de mis intermitentes reflexiones autobiográficas.

Intermitentes y ocasionales. Pero ¡cuántos libros no son colecciones de escritos de circunstancias! Para quien desee conocer los pretextos con los que se compusieron los ensayos aquí reunidos, remito a las concretas y detalladas informaciones que podrá hallar en la Nota a los textos de Pietro Polito (pp. 219-25), a quien debo también la Nota biográfica (pp. 227-41) y sin cuyos consejos y constante asistencia el libro ni siquiera habría nacido.

Hablar de sí es un hábito de la edad tardía. Y sólo en parte cabe atribuirlo a vanidad. Puede depender también de amistosas solicitaciones a las cuales, por lo demas, se accede de buen grado. El primero por orden cronológico de los escritos recogidos aquí se remonta a 1979, cuando contaba setenta años, y era el curso en que finalizaba mi enseñanza universitaria, en el cual sitúo el comienzo de la tercera y final pag. 19

Pag. 18 "El arte del profeta es peligroso conviene mantenerse apartado de él. De todos modos, cuando se quiere profetizar, es más prudente ser pesimista que optimista, pues las cosas de este mundo van siempre de mal en peor".

G.Salvemini, Memorie di un fuoriuscito, Feltrinelli, Milán 1960, p.57.

Cap 1

Pag. 24...junto a la vejez del registro civil, o cronológica, y a la biológica y la burocrática, está también la vejez psicológica o subjetiva. Biológicamente, yo sitúo el comienzo de mi vejez en el umbral de los ochenta años. Pero psicológicamente siempre me consideré un poco viejo, incluso cuando era joven.

Cap 4

Pag. 41 El mundo de los viejos, de todos los viejos, es de forma más o menos intensa, el mundo de la memoria. Se dice: al final eres lo que has pensado, amado, realizado. Yo añadiría: eres lo que recuerdas. Una riqueza tuya, amén de los afectos que has alimentado, son los pensamientos que pensaste, las acciones que realizaste, los recuerdos que conservaste y no has dejado borrarse, y cuyo único custodio eres tú. (...) Rememorar es una actividad mental que no ejercitas con fecuencia porque es trabajosa o perturbadora. Pero es una actividad saludable.

Pag. 42...Diré con una sola palabra que tengo una vejez melancólica, entendiendo la melancolía como la consciencia de lo no alcanzado y de lo ya no alcanzable. Se le ajusta bien la imagen de la vida como un camino, en el cual la meta se desplaza siempre hacia adelante, y cuando crees haberla alcanzado no era lo que te habías figurado como definitiva. La vejez se convierte entonces en el momento en el cual tienes plena conciencia de que no sólo no has recorrido el camino, sino que ya no te queda tiempo para recorrerlo, y debes renunciar a alcanzar la última etapa.

La melancolía está atemperada, no obstante, por la constancia de los afectos que el tiempo no consumió.

Segunda Parte

Cap 4

Pag. 71 Cuantos de la historia hacen una profesión, y con mayor motivo los políticos, que son asimismo actores de la historia de un país, harían bien en comparar de vez cuando sus previsones, en las cuales entre otras cosas se inspira su conducta, con los hechos realmente acaecidos, y en medir la magnitud y la frecuencia con que se corresponden unas con otros. A menudo realizo ese control sobre mí mismo: es muy instructivo y, considerados los resultados del cotejo, mortificante. Huelga decir que el resultado es casi siempre desastroso.

Pag. 63...lo que distingue a la vejez de la edad juvenil, y también de la madura, es la despaciosidad de los movimientos del cuerpo y de la mente. La vida del viejo se desarrolla despacito. Cada vez más lentos los movimientos de las manos y los dedos, lo cual dificulta el manejo de instrumentos, como el ordenador, en los que la agilidad digital es indispensable para utilizar todas las posibilidades. Cada vez más lento el paso: en mis breves paseos me doy cuenta (hasta hace poco no me la daba) de la cantidad de viejos que como yo se arrastran por la calle, a menudo acompañados por una persona más joven, a pasitos circunspectos, cual si se encontrasen en un camino intransitable, erizado de obstáculos, y no en una llana y bien empedrada calle urbana.

Pag. 73 Mientras que el mundo del futuro está abierto a la imaginación, y ya no te pertenece, el mundo del pasado es aquél donde a través de la remembranza te refugias en ti mismo, retornas a ti mismo, reconstruyes tu identidad, que se ha ido formando y revelando en la inninterrumpida serie de todos los actos de la vida, concatenados entre sí, te juzgas, te absuelves, te condenas, y tambien puedes intentar, cuando el curso de la vida está a punto de consumarse, trazar el balance final. Hay que apresurarse. El viejo vive de recuerdos y para los recuerdos, pero su memoria se debilita día tras día. El tiempo de la memoria avanza al contrario que el real: los recuerdos que afloran en la reminniscencia son tanto más vivos cuanto más alejados en el tiempo estén aquellos sucesos. Pero sabes también que lo que ha quedado, o lo que has logrado sacar de aquel pozo sin fondo, no es sino una parte infinitesimal de la historia de tu vida. No te detengas. No dejes de seguir sacando. Cada rostro, cada gesto, cada palabra, cada canto por lejano que sea, recobrados cuando parecían perdidos para siempre, te ayudan a sobrevivir.

Pag. 113...Pareto, iconoclasta, escéptico apasionado, me ayudó a comprender los límites de la razón y al mismo tiempo el ilimitado universo de la locura humana. Debo a Kelsen haber accedido sin esfuerzo aun cumplido sistema de conceptos-clave para la comprensión realista (no ideologizada) del derecho, distinguiéndolo de su base social y de los valores que sucesivamente lo inspiran. De Weber, al fin, recibí estos últimos años una ayuda decisiva para replantear y reformular las principales categorías de la política.

Cap.4 Despedida

Pag. 123...En una reciente emtrevista publicada en L'Europeo, el entrevistador me preguntó al final: "Es usted, como aparenta, un hombre que domina sus pasiones?". Respondí: "Nada de eso: soy inquieto, inseguro, ansioso". Y agregué: "Muy distinto de lo que aparento. Como todos, por lo demás".

Pag. 136...y ha aludido brevemente a la famosa anécdota contada por Tolstói, quien durante una marcha apostrofa a un sargento que maltrata a un soldado con un "¿Es que no conoce el Evangelio?", a lo cual el sargento replica: "Y usted, ¿no conoce el reglamento militar?".

Cap.5 Política de la Cultura

Pag. 139 Me miro a mí mismo con creciente despego y hasta con cierto recelo. Llegados a cierta edad, el tiempo que resta para tratar de entender, de "comprender", es cada vez más breve. En realidad casi parece que cuanto hemos hecho en los años anteriores por tratar de entender ha sido en gran parte inútil.

Pag. 153 Para un amante de la justicia, la muerte es la cosa peor repartida de este mundo. No se logra entender con qué criterio se produce el reparto. Aunque ¿hay criterio? La fortuna juega a los dados y al resultado le llamamos destino.

Pag. 176 La vejez es la edad de los balances. Y los balances son siempre algo melancólicos, entendida la melancolía como la conciencia de lo inacabado, de lo imperfecto, de la desproporción entre los buenos propósitos y las acciones realizadas. Has llegado al término de la vida y tienes la impresión, en lo que al conocimiento del bien y del mal atañe, que no te has movido del punto de partida. Todos los grandes interrogantes han quedado sin respuesta. Tras haber intentado dar un sentido a la vida, adviertes que no tiene sentido plantearse el problema del sentido, y que la vida debe ser aceptada y vivida en su inmediatez como hace la gran mayoría de los hombres. ¡No hacía falta tanto para llegar a esta conclusión!

En la vejez se agolpan las sombras del pasado, tanto más invasoras cuanto más alejadas en el tiempo. Es increíble cuántas imágenes regresan de las que parecían desaparecidas para siempre. Tú eres su inconsciente custodio. Eres el responsable de su superviviencia. En el mismo momento en que aparecen fugazmente en tu memoria, revivien, aunque sea un instante. Si las dejas desvanecerse aquel rostro que de pronto se te ha aparecido estará muerto para siempre.

Pag. 184 Soy un moderado porque soy un convencido seguidor de la vieja máxima "in medio stat virtus". Con ello no quiero decir que los extremistas estén siempre equivocados. No lo quiero decir porque afirmar que los moderados tienen siempre la razón y los extremistas siempre se equivocan equivaldría a razonar como un extremista. Un empirista debe limitarse a decir "casi siempre". La experiencia me ha enseñado que en la mayoría de los casos de la vida pública y privada "casi siempre" las soluciones, si no mejores, sí menos malas son las de quien huye de los "aut aut" demasiados netos, de aquí o de allá.

Pag. 186... la imperfección de mis escritos depende de que traté de arar al mismo tiempo campos distintos, y a menudo salté de uno a otro sin esperar a que la siembra diese todos sus frutos. Nunca me ha abandonado la curiosidad, incluso ahora que soy viejo, me ha ayudado y al mismo tiempo me ha traicionado.

Pag.190...Otras [paradojas], por último, únicamente dependen de la ambigüedad del problema, como el de la tolerancia intolerante, que suele formularse con la pregunta: "¿Se debe tolerar a los intolerantes"", problema que no cabe resolver con una respuesta tajante y requiere si acaso soluciones prácticas que pueden cambiar según las diversas situaciones históricas.

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